Al Capone sigue vivo, en cine y televisión, aunque lleve ya muerto desde 1947. Pero su ocaso empezó el 17 de octubre de 1931: el día en que fue condenado a prisión, por evasión de impuestos. Se cumplen 90 años de una condena que le tuvo recluido en Alcatraz mientras su Imperio del Crimen, descabezado, se desmoronaba. Y eso que logró salir de la cárcel sin completar su condena, por razones humanitarias, alegando demencia. Pero, ¿de verdad estaba perdiendo la razón, o engañó a todos para salir antes de tiempo? Lo que hizo nada más pisar la calle arroja dudas sobre su presunta «locura»… y agranda el mito de Al Capone: el «gángster» más famoso de todos los tiempos.

Al Capone, estrella de Hollywood

La más famosa encarnación fílmica de Al Capone es, quizá, la de Robert DeNiro en «Los intocables de Eliot Ness» (1987, disponible en Amazon Prime Video). Para este papel, DeNiro engordó 10 kilos, llevó trajes idénticos a los que vistió Capone en la vida real, y exigió llevar también ropa interior de seda de la mejor calidad, porque es la que usaba Capone, pese a que en pantalla jamás le vemos en paños menores. ¡Pero hay otras muchas películas y series en las que aparece Al Capone!

Rod Steiger le puso rostro en «Al Capone» (1959), Jason Robards tomó el relevo en «La matanza del día de San Valentín» (1967) y Ben Gazzara le dio vida en «Capone» (1975). En fechas más recientes fue Tom Hardy quien encarnó a «Capone» (2020). Y cuando el propio Al Capone todavía estaba vivo, el actor Paul Muni se inspiró en él para su papel en «Scarface, el terror del hampa» (1932).

Pero también hemos visto a Al Capone, como personaje secundario, en la prestigiosa serie de HBO «Bordwalk Empire», en la superheróica «Legends of tomorrow», o incluso en la segunda película de «Noche en el museo» (encarnado por el «Castigador» Jon Bernthal).

Al Capone en "Noche en el Museo 2", encarnado por Jon Bernthal.
Iván el Terrible, Napoleón y Al Capone (encarnado por Jon Bernthal) en «Noche en el Museo 2».

La capacidad de fascinación del Rey del Crimen de Chicago no conoce límites. Y por más que los historiadores hayan investigado su vida, y que el cine y la televisión hayan recreado su figura, sigue habiendo misterios en su biografía. Empezando por el detalle más escabroso de todos: la demencia sifilítica que padeció. No hay duda de que contrajo la sífilis, y que a consecuencia de esa enfermedad venérea acabó perdiendo la razón. Pero ¿exageró Al Capone sus efectos para salir antes de la cárcel?

Para desvelar ese misterio, antes hay que revisar su condena. ¡Su sorprendente condena!

Un asesino encarcelado por evasión de impuestos

Pese a las decenas de asesinatos cometidos por su organización, la justicia no logró vincular directamente a Capone con ninguno de esos crímenes. Pero sí pudo relacionarlo con los fabulosos ingresos de su imperio, tan elevados que el gángster amasó una fortuna personal de más de 100 millones de dólares ¡de los años 20! Ganaba dinero sobre todo con el alcohol ilegal, pero también con los sindicatos, los burdeles, las compañías de transportes, los hipódromos, los canódromos y las casas de juegos y apuestas en general.

Al Capone en su llegada a Alcatraz, más delgado que al ser detenido

Y fue precisamente el mundo del juego lo que proporcionó los recibos que asociaron a Capone con su dinero, y con la consiguiente evasión de impuestos . Como decían en «The Wire», «sigue al dinero» (y no es casualidad que esa serie esté entre las 12 mejores series que se pueden ver en plataformas, en estos momentos).

Pero no bastaba con tener los documentos de Al Capone: había que interpretarlos, desentrañando las claves ocultas de la contabilidad de los «gángsters». Y el que proporcionó esas claves fue Edward Joseph O’Hare, alias «Easy Eddie»: uno de los abogados de Capone, antiguo piloto del ejército del aire, que traicionó a su poderoso jefe actuando a sus espaldas como agente encubierto de la justicia.

Edward O'Hare, el hombre que traicionó a Al Capone.
Edward O’Hare, piloto y abogado: el hombre que traicionó a Al Capone.

Gracias a «Easy Eddie» fue posible descifrar las cuentas de Capone, llevarle a juicio por 23 cargos asociados al impago de impuestos, y condenarle finalmente por 5 de esos cargos, a 11 años de cárcel. El «gángster» pasó primero por la prisión de Atlanta, pero no tardó en ser enviado a Alcatraz, donde la distancia y el aislamiento anularon de facto su poder. Fue excarcelado, no obstante, después de cumplir tan sólo 7 años de su condena, debido a la demencia sifilítica. El antaño poderísisimo Capone balbuceaba y babeaba, se orinaba encima, y no era capaz de distinguir la realidad de sus propias ensoñaciones.

Estaba acabado… o eso parecía.

Porque a los pocos meses de salir de la cárcel, sucedió algo que arroja serias dudas sobre el verdadero alcance de su demencia.

La misteriosa demencia selectiva

El 8 de noviembre de 1939, tan sólo unos meses después de que el demente Al Capone saliera de la cárcel, Edward J. O’Hare era brutalmente asesinado. Acababa de salir de su oficina en el hipódromo de Cicero, Illinois, y se encontraba al volante de su automóvil Lincoln, cuando un sedán oscuro le interceptó en el cruce de las avenidas Ogden y Rockwell, y salieron de su interior dos hombres armados con escopetas.

«Easy Eddie», que no solía llevar armas encima, portaba en aquel momento una semiautomática del calibre 32, limpia y recién aceitada. No le sirvió de nada: los dos hombres lanzaron contra él una descarga de balas de caza mayor, y Edward O’Hare murió al instante. Su Lincoln se estrelló contra un poste de la carretera, mientras los asesinos huían a toda velocidad en su coche, en dirección este. No hubo ningún arresto.

Edward O'Hare muerto en su coche por traicionar a Al Capone.
Edward O’Hare: así acabó el hombre traicionó a Al Capone.

El hombre que traicionó a Capone murió en cuanto Capone estuvo fuera de la cárcel. La orden de ejecución no pudo provenir de ninguno de sus antiguos lugartenientes, demasiado ocupados en matarse entre ellos (y hacerse con el poder) como para molestarse en una muerte que, a esas alturas, a ninguno beneficiaba.

Así pues, el principal sospechoso era Capone. Y si él dio la orden, ¿de verdad estaba tan enfermo? ¿Cuál era el auténtico grado de su (presunta) demencia sifilítica… y dónde contrajo la enfermedad?

Para ello hay que revisar la vida de Al Capone: una vida «de película», tan fascinante como su propia muerte. Y con datos tan asombrosos que merecen ir en titulares.

Alphonse Capone nunca perteneció a la Mafia

Alphonse Gabriel Capone nació el 17 de enero de 1899, en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Su padre era barbero, su madre era costurera y ambos eran emigrantes italianos, originarios de los alrededores de Nápoles. Y precisamente por eso, Al Capone nunca perteneció a la Mafia, pese a ser el Rey de los «gángsters». Una aparente contradicción, que tiene una explicación bien sencilla.

Al Capone, el "gángster" que no fue "mafioso".
En el centro, el joven Al Capone: el «gángster» que no fue «mafioso».

Hoy en día tiende a utilizarse la palabra «Mafia» como sinónimo de «crimen organizado». Pero en su sentido más puro, el término «Mafia» se refiere estrictamente a la «Cosa Nostra»: organización criminal que surge en Sicilia y que, al menos en los años 20, sólo aceptaba a sicilianos entre sus miembros. De ninguna manera habrían incluido en sus filas a un neoyorquino de origen napolitano. Así que, en puridad, Al Capone fue todo un «gángster», pero nunca fue un «mafioso».

Y de hecho, buena parte del éxito posterior de Capone estuvo en su capacidad de aglutinar a los «gángsters» más capaces, independientemente de su origen. Le daba lo mismo si eran italianos, irlandeses o judíos, mientras hicieran bien su trabajo. Pero ésa es otra historia.

El verdadero origen de sus cicatrices

Su rasgo distintivo estaba en las 3 grandes cicatrices que surcaban su mejilla izquierda. De ahí su mítico apodo: «Scarface», es decir, «Cara cortada». Para darse importancia y alimentar su imagen de tipo duro, Capone solía decir que se las hizo heróicamente en la 1ª Guerra Mundial, al recibir el impacto de una granada luchando contra los alemanes, en suelo francés. Pero eso era una completa mentira. Sus cicatrices tenían un origen, digamos, mucho más prosaico.

Al Capone, cara cortada.
Al Capone, cara cortada.

Alphonse Capone fue un sociópata desde su adolescencia. Con 14 años fue expulsado del colegio por pegar a una profesora, con 15 años entró en una banda de delincuentes juveniles que daban palizas por encargo, y con 16 años ya era un efectivo asesino a sueldo, a razón de 100 dólares por asesinato. La vida siempre nunca ha sido muy cara en el mundo del crimen.

Su «talento natural» para el negocio despertó la atención de Johnny Torrio, calificado por la mismísima policía como «El gángster más inteligente que ha habido nunca en Estados Unidos». Hábil con la diplomacia, Torrio triunfó en los negocios por su capacidad de persuasión. Y cuando las palabras no bastaban, usaba los puños de su mano derecha, el joven Al Capone. Pero mientras se iba bregando en los entresijos del poder, Capone cometió un error que pudo ser fatal.

Johnny Torrio, mentor de Al Capone.
Johnny Torrio, el «gángster» más inteligente de los Estados Unidos.

Con 19 años de edad, Al Capone se emborrachó en un «night-club» y dedicó unos comentarios obscenos a una de las coristas. Grave error: la corista era hermana del violento «gángster» Frank Gallucio, que también estaba en el local… justo al lado de la chica. Se desató entonces una pelea a navajazos, que Gallucio ganó sin despeinarse. Y tras hacerle 3 cortes a Capone en la cara, no le degolló allí mismo por respeto a los dueños del local.

Frank Galluzio, el hombre que dejó a Al Capone con la "Cara cortada".
Frank Gallucio, el hombre que dejó la «Cara cortada» a Al Capone.

Al día siguiente, Al Capone hizo lo que nunca más volvería a hacer: disculparse. Se presentó ante Frank Gallucio y pidió perdón por lo ocurrido. Y Gallucio le perdonó. Y lo que es todavía más curioso: años más tarde, con Capone convertido ya en el «hombre fuerte» del crimen organizado, contrató a Gallucio como guardaespaldas. Como agradecimiento por su perdón… o para controlar a quien podía filtrar la verdadera historia de su «cara cortada», quién sabe. Pero el hecho es que «Scarface» sumó a Gallucio a sus filas, y contó a todo el mundo que sus cicatrices eran heridas de guerra. Y eso que Capone jamás estuvo en el frente, y ni siquiera llegó a alistarse.

A la cima del crimen en sólo 6 años

A la sombra de Johnny Torrio, el poder (e influencia) de Al Capone creció y creció. Y fue entonces cuando Torrio dio la muestra definitiva de por qué le consideraban tan inteligente: anunció que dejaba el negocio y se retiraba… y lo consiguió. Son incontables las películas de «gángsters» basadas en la premisa de «éste-es-mi-último-trabajo-y-dejo-el-negocio», y ya sabemos cómo acaban todas. Pero Torrio lo logró de verdad: se alejó del crimen organizado para vivir tranquilo en su finca de Italia y logró morir de viejo.

Habría, no obstante, mucho que matizar: antes de retirarse, Torrio sobrevivió de milagro a una lluvia de balas en la que es posible que Capone tuviese algo que ver, y ese episodio sin duda influyó en los deseos de Torrio de retirarse. Y ya en Italia, tuvo que regresar a Estados Unidos con el ascenso al poder de Mussolini, poco comprensivo con el poder de cualquier «capo» que no fuera él. Pero en última instancia, el hecho es que Johnny Torrio se retiró…

Al Capone, el jefe de los jefes.
Al Capone, en el centro, heredero de Johnny Torrio.

…y su hueco lo ocupó Al Capone, a sangre y fuego. Con la llegada de la Ley Seca en 1920, las bandas entraron en guerra para hacerse con el control del alcohol. Y esa guerra, formalmente desatada en 1923, la ganó Capone con una mezcla de brutalidad y estrategia. ¿Para qué matar a todos los rivales de uno en uno, cuando puedes juntarlos a todos en un mismo sitio y ametrallarlos a la vez? Así se forjó la matanza del Día de San Valentín, en la que 5 jefes de bandas rivales fueron ejecutados. Era el 14 de febrero de 1929. En sólo 6 años, Alphonse Capone estaba, como diría James Cagney, «top of the world».

James Cagney, «top of the world» en «Al rojo vivo» (Raoul Walsh, 1949).

Matando enemigos con un bate de béisbol

En la cima de su poder, Al Capone tuvo a su servicio a un verdadero ejército de más de 1.000 «gángsters». Y con sobornos y chantajes, mantenía bajo control al 60% de los agentes de policía de Chicago, al propio jefe de policía de la ciudad, ¡y al mismísimo alcalde de Chicago! El engranaje de sobornos le costaba la bárbara cifra de 15 millones de dólares anuales, pero los beneficios eran muy superiores. Incluida, por ejemplo, la macabra posibilidad de matar a gente en público, con sus propias manos, y que no le pasara nada. En los años 20, el «intocable» era él.

En una de las escenas más impactantes de «Los intocables de Eliot Ness», Capone/De Niro mata personalmente a un traidor, con un bate de béisbol, durante una cena de gala con la cúpula de sus jefes mafiosos. Es un momento tan duro que parece una exageración, pero está inspirada en hechos reales… todavía más duros que la ficción. Porque, en la vida real, Al Capone no mató a uno ¡sino a 3 hombres!

Al Capone encarndo por Robert De Niro en "Los intocables", con un bate de béisbol.
Robert De Niro como Al Capone: con una palabra amable y un bate llegarás más lejos…

Ocurrió en mayo de 1929, en una de las mansiones que Capone tenía en Cicero. Las víctimas fueron John Scalise, Albert Anselmi y Joseph Giunta, sospechosos todos ellos de estar conspirando con Joe Aiello para acabar con Capone. Sus vapuleados cuerpos aparecieron más tarde en un solitario camino de Hammond, Indiana, a 30 millas de Cicero. Todo un «home-run».

Al Capone, el filántropo

La guerra de bandas de los años 20 dejó un saldo de más de 100 muertos, entre los que hubo no pocas víctimas colaterales. Y el descontento ciudadano podía ser muy peligroso. La gente de a pie era muy comprensiva y tolerante con el comercio de alcohol, y eran muchos (muchísimos) los que, de un modo u otro, habían sido alguna vez clientes de esas redes. Pero cualquier cliente podía convertirse en un delator, si en una refriega moría su amigo, su hermano, su pareja.

Por eso Al Capone se aseguró de ganarse a la opinión pública. En plena crisis económica por el crack bursátil del 29, organizó comedores sociales para desempleados, donde era fácil conseguir una sopa caliente. Y con las familias con niños pasando hambre, su organización proporcionó leche a las escuelas, gratuitamente.

Uno de los comedores sociales de Al Capone.
Desempleados haciendo cola para uno de los comedores sociales de Al Capone.

Su filantropía ayudó, objetivamente, a decenas de familias. Pero en realidad, sólo gastaba en ella 100.000 dólares anuales. Una fortuna en los años 20, sí… pero mera calderilla para alguien que dedicaba 15 millones al año en sobornos. El contraste entre una cifra y otra da la medida de la auténtica «filantropía» de Al Capone. Y el objetivo último, como ya hemos avanzado, no era mantener los estómagos llenos sino las bocas cerradas.

Al Capone, el músico

Su filantropía en particular y sus negocios en general acabaron, como hemos dicho, el 17 de octubre de 1931, cuando fue condenado a 11 años de cárcel. Hasta el último instante había guardado un as en la manga, pues su red de sobornos alcanzó incluso al jurado que le estaba juzgando: Capone «compró» a todos los miembros de ese jurado para ganarse su libertad.

Pero el mencionado Eddie O’Hare alertó a las autoridades (otra razón más para matarlo), y en una sorpresiva decisión (reflejada en el clímax de «Los intocables»), el juez ordenó intercambiar al jurado con el del juicio de la sala de al lado. La música de la libertad dejó de sonar para Al Capone. Y en su lugar, empezó a sonar la música… del banjo.

Al Capone tocando el banjo.
Al y su banjo en Alcatraz.

Recluido en Alcatraz, el antiguo líder del crimen de Chicago y autor intelectual de incontables crímenes, dedicó su tiempo a la pacífica actividad de tocar el banjo. Acabó adquiriendo cierta soltura en el manejo del instrumento, sin importarle lo chocante que pudiera ser su imagen, con el banjo, a ojos de otros reclusos. De hecho, todo su comportamiento iba mostrando, poco a poco, una evidente desconexión de su entorno. La demencia sifilítica empezaba a ser evidente.

Al Capone, el enfermo

Para Al Capone, no fue una sorpresa descubrir que padecía las secuelas de la sífilis. Había contraído esa enfermedad venérea en un burdel, con 16 años, cuando era todavía un pandillero juvenil proyectándose en el mundo de los asesinos a sueldo. Y más tarde se la diagnosticaron más veces, pero por lo visto todos sus efectos provenían de aquella primera infección, de la que Al Capone jamás se medicó adecuadamente.

Al Capone pescando.
Un pescador jubilado llamado Al Capone.

¿Exageraron sus efectos para que el «gángster» saliera antes de la cárcel? Probablemente. Que la muerte de Eddie O’Hare ocurriera justo entonces no puede ser una casualidad. Pero también es cierto que Al Capone, pese a su juventud (tenía 39 años cuando salió de prisión) jamás recuperó el control de sus negocios. Se mudó a Florida, como hacen tantos jubilados en Estados Unidos, y allí pasó los días pescando y fumando.

Y mientras tanto, la sífilis taladró su cerebro. Al final de sus días, su edad mental era la de un niño de 12 años sin control de esfínteres. Debía ir con pañal a todas partes, apenas podía caminar, a duras penas podía razonar. Y en tan penosas condiciones, sufrió un derrame cerebral, mientras batallaba contra una neumonía aguda. Tan sólo 4 días después del derrame, la neumonía se lo llevó.

Al Capone, descanse en paz.
Al Capone, descanse en paz.

Y así, Al Capone falleció el 25 de enero de 1947, con 48 años de edad, convertido en la sombra de lo que fue… pero con todos a su alrededor temiendo que, en cualquier momento, la Bestia pudiera salir de nuevo a la superficie. Porque, casi hasta el final, Alphonse Capone «Scarface» siguió siendo un hombre capaz de todo.

Que se lo digan a Eddie O’Hare, alias «Easy Eddie»…

Author

Dr. Rumack

Volando de cine en cine desde 1975, aterrizo en "Sesión Doble" con un doble objetivo: hablar de cine, y hablar de televisión. Disfruta con nosotros, opina lo que quieras y critica lo que te parezca: todo es bienvenido. Pero por favor: no me llames Shirley.

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